Todos estamos de acuerdo en que el último año ha sido muy inusual y sobre todo dañino. Las terribles cifras de fallecidos durante la pandemia y los estragos económicos que aún están por llegar nos hace echar de menos los años pasados. Seguramente, todos sabemos de alguien que ha perdido su trabajo, negocio o a algún ser querido en estos meses y al final es casi de lo único que se habla, a lo que se le da visibilidad. Sin embargo, hay un problema que no está exento de importancia ya que implica a una buena parte de la población.

Estoy hablando de la soledad de nuestros mayores. Este es un problema del que siempre se ha hablado en segundo plano, muy de vez en cuando escuchamos algún dato en las noticias, pero nada significativo. Sin embargo, a día de hoy se sigue sin dar solución a este problema. En primer lugar, hay que diferenciar la soledad doméstica de la soledad social. Por ello, cuando hablo de la soledad de nuestros mayores no me refiero a nuestro abuelo o abuela que vive solo pero que tiene contacto frecuente con su familia, me refiero a esa persona mayor que más allá de él mismo y de su mascota (si es que la tiene) carece de cualquier tipo de relaciones fuera de su casa. Son esas personas que no tienen familia o no tienen relación con ella, que tienen problemas económicos, problemas psicológicos… Por ejemplo, en ocasiones estos casos aparecen porque el único entorno social que tienen estas personas es el entorno laboral, por lo que una vez llegan a la jubilación desaparece su vida social.

Además, esta soledad puede provocar en nuestros mayores graves problemas de salud tanto psicológicos como físicos por lo que aumentan considerablemente los factores de riesgo. Entonces, teniendo los medios tecnológicos, económicos y personales de los que disponemos ¿Por qué seguimos dejando este problema al margen?

Desde El Cuarto Espacio nos hacemos muy a menudo esta pregunta. Este es un problema que debemos intentar solucionar entre el conjunto de la sociedad y la voluntad de esta población afectada. Algunas soluciones que se pueden poner sobre la mesa son proporcionar a nuestros mayores los medios tecnológicos y los conocimientos necesarios para poder comunicarse e interactuar con la gente, ya sean familiares que vivan a distancia o entornos sociales organizados con este fin. Otro ejemplo puede ser promover la relación entre los vecinos de su comunidad, asistir a entornos sociales específicos y educarles para mejorar sus capacidades de socialización, entre otros. Por tanto, sabemos que tenemos los medios, pero urge ponerlos en funcionamiento para solucionar esta otra pandemia ya que son cada vez más los casos de este tipo y en ocasiones estas personas fallecen en soledad en sus casas.