Durante los últimos años, casi todos hemos vivido alguna vez la situación de que algún padre, tío o abuelo ha acudido a nosotros para preguntarnos acerca de cómo enviar una foto por WhatsApp o realizar otras acciones en su dispositivo móvil. Esta es una situación que posiblemente vaya desapareciendo con el paso de los años.

Debemos tener en cuenta que el avance de la tecnología en el último siglo ha sido de tal magnitud que ensombrece a los 200.000 años que llevamos como especie. Desde los comienzos del siglo XX hemos pasado del avión de hélice al avión a reacción supersónico, del teléfono fijo al teléfono móvil, del telegrama al WhatsApp… por lo que es entendible que nuestros parientes de edad más avanzada no tengan una gran capacidad de adaptación a esta evolución tecnológica tan cambiante. Para muchos de ellos era impensable que se pudiera llevar un teléfono en el bolsillo y mucho menos que estos teléfonos además fueran ordenadores como lo son a día de hoy.

Somos capaces de enviar un correo electrónico desde la calle en cuestión de segundos o de trabajar desde cualquier parte del mundo tan solo teniendo un móvil y una conexión a internet.

Es por ello que con el paso de los años sería de esperar que las nuevas generaciones que han nacido con esta dinámica de aprendizaje tengan una mayor capacidad de adaptación y actualización ante los cambios tecnológicos que se suceden cada día y que llegados a la vejez, estas generaciones sean perfectamente capaces de aprender y entender el funcionamiento de todo dispositivo que se les ponga delante.